Te elijo. Te cato, te tomo.
Delicado cristal con historia que preservo como la copa del cual te sirvo. Te disfruto en cada minúsculo sorbo. Rubí carmesi con tonos violetas suaves. En mi nariz, auneo aromas intensos y notas concentradas de cassis, longevo, maduro y vigoroso. Su paso por mis labios ofrece una nota de frescura y sutiliza. Cómo estado de eudaimonia, grato momento de disfrute, hay rastro de borra, dejando marca y aprendizaje.
Cómo quien te invita al disfrute, la naturaleza del producto del tantra nos encontró. Nos une, fusiona. Nos da vida. Cual morapio el tiempo transcurre y mejora. Ingiero contenido, riqueza, viveza, salud, madurez emocional y una sexualidad satisfactoria. Entre mi boca y tu copa, la respiración es unísona. El tacto nos recorre, la danza del contenido es circunscrito y es intrínseco la energía de nuestra ceremonia. Deleitar, amenizarnos.
La base y creación de este contenido, resuena al verterse. El tañido nos adjunta. Tu mirada es la envocadura.
Lejos de ser el enemigo, sos lo divino. Lo lúdico y talante. Conexión intelectual, lujuria, florecimiento espiritual. Te escojo con la misma libertad, la templanza de no encasillarte ni dejarte lo suficientemente libre para perder el propósito. Que sea libertinaje él degustarme, tenerme en tu copa y a la vez ser una copa vacía cuando me tomas, hace que cuides mi añejar. Encontramos la clave de nuestra única composición. El punto justo. ¿Hay algo, pregunto yo, más noble que una botella de vino bien conservado entre dos almas gemelas?
Comentarios
Publicar un comentario